INDULTO
UNA DESICION PRESIDENCIAL
Ningún mandatario en nuestra historia republicana tuvo entre sus manos un país tan derrotado moralmente y económicamente como estaba el Perú en 1990 , en nuestro congreso el ente democrático defensor del pueblo , solo se podía percibir congresistas adheridos a sus cómodos privilegios ocupando su tiempo enfrentándose unos a otros, negándose a políticas de austeridad, representantes de los partidos políticos tradicionalistas indiferentes y egoístas, acción popular, PPC, APRA, etc., todos ellos defendían una democracia incipiente que solo había servido para protegerlos mientras la mayoría de peruanos hurgaba en una ciudad con carencias de combustibles y productos de primera necesidad tratando de sobrevivir entre la especulación, el temor o la incertidumbre, mientras se escuchaban las detonaciones de anfo tal como si fueran bolsas de papel presionadas hasta reventar, seguros en sus curules, políticos inmersos entre las facciones de izquierda asolapaban el accionar de los líderes senderistas, ayudados por un poder judicial con jueces fáciles de manejar proporcionándoles a la subversión el apoyo jurídico necesario, facilitando su amparo ante los organismos defensores de derechos humanos , quienes estaban alerta contra cualquier atentado contra la subversión, pero se hacían la vista gorda ante el enorme conglomerado de atentados contra el pueblo peruano bajo el secuestro, intimidación, chantaje, tortura y muerte.
Alberto Fujimori al recibir la banda presidencial no tuvo la suerte de un Belaunde, Toledo, García u Ollanta que se llenaron de viajes diplomáticos al exterior, o la tranquilidad de disfrutar los recintos del palacio de gobierno bebiendo finos licores entre banquetes y celebraciones, por el contrario Fujimori comenzó sus viajes hacia el desastre de zonas capturadas por sendero bebiendo el sabor amargo de la tristeza de un pueblo en medio de la sangre derramada.
Cerradas las puertas de todo crédito internacional, Fujimori enfrento la bancarrota con medidas drásticas pero actuando paralelamente una eficaz estructura de programas asistenciales, el gobierno de Alberto Fujimori fue muy duro teniendo que lidiar con el proceder egoísta de políticos y autoridades mezquinas acostumbradas a utilizar al sistema democrático para beneficios individualistas.
Los peruanos no tuvimos que esperar mucho para ver realidad sus logros, bajar la hiperinflación, volver a ser un país con credibilidad internacional, sin embargo todo aquello no se compara con el mejor fruto de su gestión, la pacificación, no hay obra más grande en el mundo que la paz, podemos perder empleo o propiedades, pero la vida es el único medio que nos permite recuperar todo lo perdido.
Las buenas obras no cuentan para la justicia de los hombres, hoy cínicamente también escuchamos hablar de delitos de lesa humanidad por parte de Alfredo Diez Canseco un personaje ya conocido por muchos años dentro del congreso, inclusive durante la época del terror como un integrante de la faceta izquierdista.
Culpar a Fujimori por delitos de lesa humanidad como consecuencia del enfrentamiento a sendero luminoso, es una hipocresía llena de ingratitud, bajo este fundamento todos nuestros héroes y mártires que lucharon contra el enemigo son culpables. Una guerra no es un sistema fácil de predecir y manejar a la perfección.
Alberto Fujimori el único presidente puesto a derecho, enfermo en prisión aunque no sea la cárcel como muchos enemigos quisieran, es un lugar restringido para un ex presidente que nos devolvió seguridad, credibilidad y paz.
El odio de nuestra clase política hacia Fujimori, que se escuda tras la fachada moralista del respeto a los derechos humano y al sistema democrático, se pierde entre la realidad cruda de estos mismos políticos con la colaboración de un periodismo hipócrita que calla la existencia de corrupción, coimas, tráfico de influencias y todas las falencias de nuestra pobre cultura de valores, pero que es fácil obviar bajo el refrán ojos que no ven o videos que no hay.
Lo injusto del caso Fujimori es que los verdaderos culpables de nuestra desgracia, aquellos políticos que nos llevaron a la bancarrota están libres y jamás serán juzgados, así vemos una figura de la justicia que prefiere derramar todo el odio, todo el peso de la ley hacia un solo hombre de edad avanzada, enfermo, ante quien solo se escucha el discutir de un indulto pero especulando cuanto tiempo de vida le queda o si ya está en sus últimas horas
La injusticia ya está dada con o sin indulto, Alan García pudo darle esta gracia, pero no lo hizo para no tener el carga montón de los moralistas, el odio de la clase política mezquina, y el ensañamiento de los medios de comunicación, considerando sus abiertas pretensiones por un cuarto mandato, irónicamente Alan García fue el gestor de nuestra bancarrota en su primer gobierno.
Hoy Ollanta tiene la opción de sentar un precedente de justicia hacia un mandatario por razones humanitarias, si ante la leyes de nada sirvió la pacificación ni la estabilidad económica que nos dio, Ollanta puede dar esta gracia, considerando su situación de gobernante, ex militar y ex combatiente contra sendero, en este paso valdría recordarle el valor de la paz, y la libertad, tal como una vez lo manifestara Simón Bolívar a sus soldados en la batalla de Junín.
Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud ¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la PAZ, hija de la victoria, porque la libertad es la esperanza del Universo.
Sofía Flores.
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